Los polos opuestos me atraen. Detrás de la vida ajetreada y escandalosa que hay en Madrid, existe un lugar donde el sonido más escandaloso es el del conjunto del mar y el viento, el rugido de las pequeñas olas que chocan contra diminutas piedras y cristales erosionados que brillan como purpurina bajo el abrasante sol.
Las nubes son pocas veces testigo de la paz que se respira en un ambiente cálido y estable que apenas varía durante el año. No hay lugar mejor para sentarse a pensar mientras tiramos piedras que salpican en el mar. Allá en el horizonte, donde nadie alcanza ver, existen islas hundidas donde la flora y fauna marina no es alcanzada por la mano humana, donde viven miles de especies en plena libertad, donde el ciclo de la vida se completa sin que nadie intervenga, donde día a día se crean corales preciosos de su vida. En ello pienso, sentada en la playa. De vuelta en mi hogar.