sábado, 31 de diciembre de 2011

Un lugar cerca del mar

Los polos opuestos me atraen. Detrás de la vida ajetreada y escandalosa que hay en Madrid, existe un lugar donde el sonido más escandaloso es el del conjunto del mar y el viento, el rugido de las pequeñas olas que chocan contra diminutas piedras y cristales erosionados que brillan como purpurina bajo el abrasante sol.



Las nubes son pocas veces testigo de la paz que se respira en un ambiente cálido y estable que apenas varía durante el año. No hay lugar mejor para sentarse a pensar mientras tiramos piedras que salpican en el mar. Allá en el horizonte, donde nadie alcanza ver, existen islas hundidas donde la flora y fauna marina no es alcanzada por la mano humana, donde viven miles de especies en plena libertad, donde el ciclo de la vida se completa sin que nadie intervenga, donde día a día se crean corales preciosos de su vida. En ello pienso, sentada en la playa. De vuelta en mi hogar.



miércoles, 28 de diciembre de 2011

Es Madrid


Flotábamos literalmente sobre aquel lecho de nubes esponjosas a las que la luna y las luces de las ciudades iluminaban de tal forma que parecían estar bañadas en oro y plata. Reclinados, relajados. El silencio pacífico inundaba el ambiente para dejarnos estudiar la textura de ese algodón de azúcar que poco a poco desaparecía según nos aproximábamos a la ciudad.



El espectáculo luminoso de bienvenida que parecía darnos la pista de aterrizaje del aeropuerto de Barajas solo fue un adelanto de lo que es Madrid.

Sin salir del aeropuerto, decidí adentrarme en una expedición al centro de la tierra. Jamás hubiera imaginado que estuviera tan civilizado. Dentro de aquel surtido festival cultural de etnias, religiones y edades de la línea 8 del metro de Madrid, tan solo era una más.



Sin complicaciones y con mi usual tranquilidad y falta de prisa, llegué a la conocida Gran Vía Madrileña. Como si de un astronauta recién llegado de Marte se tratase, salí de aquella boca de metro suspirando enorgullecida aires de ciudad que difícilmente encontraría en mi hogar, tras ello, abrí los ojos con suma delicadeza para encontrarme con purpurina, neones y música que provenía de la voz del tráfico humano que me presentó esa avenida. Toda esa vida a altas horas de la noche, es Madrid.