miércoles, 28 de diciembre de 2011

Es Madrid


Flotábamos literalmente sobre aquel lecho de nubes esponjosas a las que la luna y las luces de las ciudades iluminaban de tal forma que parecían estar bañadas en oro y plata. Reclinados, relajados. El silencio pacífico inundaba el ambiente para dejarnos estudiar la textura de ese algodón de azúcar que poco a poco desaparecía según nos aproximábamos a la ciudad.



El espectáculo luminoso de bienvenida que parecía darnos la pista de aterrizaje del aeropuerto de Barajas solo fue un adelanto de lo que es Madrid.

Sin salir del aeropuerto, decidí adentrarme en una expedición al centro de la tierra. Jamás hubiera imaginado que estuviera tan civilizado. Dentro de aquel surtido festival cultural de etnias, religiones y edades de la línea 8 del metro de Madrid, tan solo era una más.



Sin complicaciones y con mi usual tranquilidad y falta de prisa, llegué a la conocida Gran Vía Madrileña. Como si de un astronauta recién llegado de Marte se tratase, salí de aquella boca de metro suspirando enorgullecida aires de ciudad que difícilmente encontraría en mi hogar, tras ello, abrí los ojos con suma delicadeza para encontrarme con purpurina, neones y música que provenía de la voz del tráfico humano que me presentó esa avenida. Toda esa vida a altas horas de la noche, es Madrid.