lunes, 2 de enero de 2012

Y llegó la navidad a la ciudad...

Tiempo de purpurinas, luces y colores. No separarán 10 metros a dos estrellas doradas brillantes colgadas de algún escaparate de cualquier ciudad. Nos modernizamos. Los grandes amacenes decoran sus fachadas con pantallas LED gigantescas que reproducen constantemente un vídeo de la llegada de los reyes a Belén mientras villancicos populares a altos decibelios se escuchan desde las ventanillas de los coches que circulan por las grandes avenidas. Los conductores no reconocen si es de día o de noche, pues más bien el color del ambiente se transforma por las noches navideñas en un naranja amoratado que, junto a la niebla de la ciudad, no se diferencia entre amanecer y atardecer.

Muchos hogares destapan su americanismo instalando en sus fachadas gigantes árboles de navidad decorados con miles de bombillas de colores, bolas de purpurina y flecos brillantes que parecen dispuestos a competir por el primer puesto en un concurso de "la casa que más se ve". La DGT debería replantearse el material utilizado para la fabricación de los chalecos reflectantes y dejarse aconsejar por algún miembro familiar experto en decoraciones navideñas, para que sugiera implantar un sistema de luces de colores visibles a no 150 sino a 500 metros de distancia, que quizá incluyera alguna musiquilla pegadiza.

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